jueves, 8 de noviembre de 2007

La boda de Tom Bombadil.

(De “Las Aventuras de Tom Bombadil” contado por los Gamos de Hobbiton)


La boda de Tom Bombadil y Baya de Oro.

El sabio Viejo Bombadil era un sujeto cauteloso; de chaqueta azul brillante y botas amarillas.
Nadie atrapó nunca al Viejo Tom en las colinas o en la cañada, andando por los senderos del bosque, o junto al Tornasauce, o en los estanques de lirios, en un bote sobre el agua.
Pero un día Tom fue y capturó a la Hija del Río, con su vestido verde, su suelto cabello, sentada en el juncal, cantando antiguas canciones de agua a los pájaros en los arbustos.

¡La atrapó, la agarró velozmente! Las ratas de agua se escabulleron, las plantas silbaron, las garzas gritaron, y el corazón de ella se agitaba.
Dijo Tom Bombadil: “¡Aquí está mi hermosa doncella! ¡Deberías venir a casa conmigo! La mesa está puesta: Crema amarilla, panal de miel, mantequilla y pan blanco; rosas en la ventana y pájaros piando en los postigos.
¡Deberías venir bajo la colina! ¡No temas por tu madre en su profundo y herboso estanque: ¡no hallarás un amante allí!

El viejo Tom Bombadil tuvo una alegre boda, coronado de ranúnculos, sin pluma ni sombrero;
Su esposa con nomeolvides y lirios como guirnalda estaba vestida de verde y plata. Él cantaba como un estornino, zumbaba como una abeja, tocaba el violín, abrazaba a su Doncella del Río por su delgada cintura.

Las lámparas brillaban en su casa, y la cama era blanca; En la brillante luna de miel, los Tejones llegaron con paso suave, bailaron bajo la Colina, y el Viejo Hombre Sauce golpeó, golpeó el cristal de la ventana, mientras dormían en la cama, en la orilla junto a las cañas la Dama del Río suspiraba, oyendo al viejo Tumulario gritar en su montículo.

El Viejo Tom Bombadil no prestó atención a las voces, golpes, crujidos, pies danzantes, ruidos nocturnos; La amó hasta que el Sol salió, y entonces como un estornino cantó:
“¡Hey! ¡Ven derry-dol, alegre-dol, querida!”
Sentado junto a la puerta, cortando ramas de sauce, mientras la Hermosa Baya de Oro peinaba sus rubias trenzas.

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