
Dejad vuestros bolsos junto al árbol
y acercaos al amistoso fuego,
de entorno jovial y alegre,
de historias en noches de invierno.
Su resplandor rojizo nos cobija
de un cielo frió, estrellado y abierto.
Su calor nos invita a todos
a esperar el día reposando en sueños.
Tomad del vino y acomoda tu leño.
Vigila tus prendas de una chispa traviesa.
Come de la caza de los enanos
y la miel de los elfos en galletas de granos.
Calida luz de una nocturna hoguera.
Nuestros rostros reflejan la palidez lunar.
Y entre anillos de humo y botellas oscuras se planea
para el nuevo día, el camino a seguir.
No os preocupéis de la oscuridad por tus alforjas,
ni por la basta negrura que cubre al bosque,
pues en el áurea que el fuego despliega
serás protegido de temores y penas.
Contad historias lejanas.
Cantad junto a la flauta y el laúd.
Bebe un poco más del vino endulzado,
pues la media noche no ha llegado aun.
Poco a poco y de a uno bostezáis.
Algunos se recuestan en sus capuchas,
junto al fuego, entre leños y alforjas,
a los pies del robledal.
Descansa tu fatigado cuerpo
y cierra vuestros ojos, duerme ya.
No os preocupéis del rocío nocturno,
el fuego del desayuno, por la mañana, te secará.
y acercaos al amistoso fuego,
de entorno jovial y alegre,
de historias en noches de invierno.
Su resplandor rojizo nos cobija
de un cielo frió, estrellado y abierto.
Su calor nos invita a todos
a esperar el día reposando en sueños.
Tomad del vino y acomoda tu leño.
Vigila tus prendas de una chispa traviesa.
Come de la caza de los enanos
y la miel de los elfos en galletas de granos.
Calida luz de una nocturna hoguera.
Nuestros rostros reflejan la palidez lunar.
Y entre anillos de humo y botellas oscuras se planea
para el nuevo día, el camino a seguir.
No os preocupéis de la oscuridad por tus alforjas,
ni por la basta negrura que cubre al bosque,
pues en el áurea que el fuego despliega
serás protegido de temores y penas.
Contad historias lejanas.
Cantad junto a la flauta y el laúd.
Bebe un poco más del vino endulzado,
pues la media noche no ha llegado aun.
Poco a poco y de a uno bostezáis.
Algunos se recuestan en sus capuchas,
junto al fuego, entre leños y alforjas,
a los pies del robledal.
Descansa tu fatigado cuerpo
y cierra vuestros ojos, duerme ya.
No os preocupéis del rocío nocturno,
el fuego del desayuno, por la mañana, te secará.
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